Mariano Federici, ex titular de la Unidad de Información Financiera (UIF), señaló que lo que ocurrió anoche en el Senado de la Nación con la Ley de Ficha Limpia no es producto del azar ni de diferencias ideológicas. Es parte de una lógica mucho más profunda que lleva años en marcha: una resistencia estructural a cualquier intento serio de transparencia y rendición de cuentas.
Desde hace más de un año venimos viendo cómo se desmantelan, pieza por pieza, los mecanismos institucionales que permiten investigar, sancionar y prevenir la corrupción. La remoción de las autoridades de la UIF, la eliminación de su rol querellante en causas penales clave y el ataque constante a quienes nos enfrentamos al delito financiero desde el Estado forman parte de ese proceso.
En ese contexto, no sorprende que la iniciativa de Ficha Limpia haya sido bloqueada sistemáticamente, incluso por quienes en campaña aseguraban apoyarla. Porque esta ley, que impediría que personas con condenas por corrupción accedan a cargos públicos, no solo pondría fin a una anomalía jurídica y ética, sino que tocaría intereses concretos de actores que hoy negocian el poder real.
Ficha Limpia incomoda porque deja en evidencia lo que muchos quieren ocultar: que el poder político y el poder judicial, lejos de funcionar como controles recíprocos, a menudo operan en alianza para garantizar la impunidad. Esa es la verdadera razón por la que la ley no avanza. No es por fallas técnicas, ni por tiempos legislativos, ni por priorización de agendas. Es porque amenaza el pacto de supervivencia que sostiene a buena parte del sistema.
La ciudadanía exige un cambio profundo. Ficha Limpia no es una consigna vacía, es un punto de partida elemental para recuperar la confianza. Si ni siquiera estamos dispuestos a poner un límite claro a los corruptos condenados, entonces no hay reforma posible.
Quienes bloquean esta ley no defienden la institucionalidad, defienden privilegios. Y la historia les pasará factura.