Por Álvaro de Lamadrid
La casta no cayó: eligió con quién perder. Pactó, financió y acordó con un nuevo poder al que ayudó a encumbrar. Lo dijimos desde el primer día: Milei era una de las tantas máscaras del peronismo. Y cuando ganó, advertimos que el cambio verdadero había sido derrotado.
La Argentina no vive una revolución liberal, sino una continuidad del mismo sistema corrupto, autoritario y opaco que el kirchnerismo consolidó durante años. El poder no ha cambiado: se ha reciclado. Y ahora lo vemos más claro que nunca con un pacto que nosotros denunciamos a solo 19 días de asumir Milei: el pacto de impunidad.
¿En qué consiste? En no denunciar ni investigar la corrupción del pasado. En garantizar la intangibilidad de lo robado. En no tocar a Cristina, ni a Massa, ni a los suyos. En cerrar causas, transformar la causa de Vialidad en un simple “aporte de campaña”, y permitir que personajes como Lázaro Báez y Cristóbal López vuelvan triunfantes, con todo intacto.
Ficha limpia rechazada, jueces impresentables como Lijo nominados a la Corte, la UIF intervenida para que no investigue causas como la de Chocolate, y el festival de impunidad continúa.
Mientras Milei impone por decreto, pacta con los gobernadores feudales del PJ, y evita toda auditoría seria del saqueo anterior, el kirchnerismo se mantiene en silencio. ¿Por qué? Porque hay un silencio comprado. Porque mientras el ajuste lo haga otro y no se toque a Cristina, le van a dejar ser presidente.
El ministro de Justicia fue el primero en ser confirmado por Milei. No fue el de Economía, como uno supondría. No. Fue el abogado del «lawfare», el que dice que Nisman se suicidó. Ese fue el mensaje.
Y ahora vemos a Grabois recibiendo disculpas. Vemos cómo se retiran denuncias, cómo se desmantelan los organismos de control, cómo se intercambian cargos judiciales con Wado de Pedro, y cómo el CriptoGate se encubre con la complicidad del peronismo.
No hay oposición real en la Argentina. El kirchnerismo no es oposición: le ha dado los votos clave a Milei en cada instancia legislativa. Son parte del mismo acuerdo.
¿Y Cambiemos? Nunca fue una coalición. Macri nunca quiso compartir el poder. Se maltrató a los aliados. Se desdibujó la identidad republicana. Muchos radicales, lamentablemente, se han vaciado de contenido y van detrás de una mentira que se presenta como cambio, pero que es más de lo mismo.
Hoy se gobierna sin presupuesto, con fondos reservados y con un toma y daca vergonzoso en el Senado. El sistema se sostiene con tránsfugas, genuflexos, aplaudidores del poder de turno. No hay ideología, no hay coherencia, sólo negocio.
Los Kirchner no fueron progresistas. Milei no es liberal. Ambos son lo mismo: poder por el poder, dinero por el dinero. No se los puede analizar por lo que dicen, sino por lo que hacen. Ambos atacan periodistas, ambos persiguen voces críticas, ambos construyen un relato para encubrir un saqueo.
Frente a esto, nuestra obligación es seguir diciendo la verdad. Porque el dirigente político tiene como primer deber inquietar al poder. Y se lo inquieta con la verdad. Yo no tengo compromisos con ninguna línea interna ni con ninguna estructura. Soy radical por las ideas, no por conveniencias.
La Argentina necesita una opción Republicana, ética, coherente y libre de sospechas. Un proyecto serio que defienda a los jubilados, a las Pymes, a la clase media, y que no negocie con mafias ni silencios.
Porque la corrupción no es agua pasada. Y la impunidad es la peor forma de continuidad del saqueo.