El peronismo ha demostrado una asombrosa capacidad de mutación. Como los Transformers, cambia de forma, de cara, de discurso y de sigla, pero siempre permanece en el centro del poder. Cada vez que la ciudadanía busca un cambio, el Partido Justicialista (PJ) se reinventa para ofrecer una “falsa opción” o una “tercera vía” que termine conteniendo o dividiendo al voto opositor.
El esquema se repitió con precisión milimétrica. En los ’90, el FREPASO captó a los desencantados del menemismo y terminó facilitando su reelección. Más tarde, el mismo FREPASO se unió a la UCR para formar la Alianza, debilitando al radicalismo y facilitando el retorno del PJ bajo otro disfraz: el kirchnerismo.
La historia se repitió con Macri, que fue presentado como el cambio, pero cuyo entorno y estilo de gobierno reprodujeron viejas lógicas peronistas. Y ahora con Milei, que, con discurso rupturista y lenguaje extremo, llegó al poder gracias al rechazo a Massa, pero con vínculos, financistas y operadores provenientes del propio peronismo. Otra mutación, otro disfraz.
La constante es clara: cuando el republicanismo se organiza, el PJ inventa una nueva versión de sí mismo. Las etiquetas cambian, pero el poder sigue concentrado en los mismos resortes: manipulación del Estado, colonización de la Justicia, ataque a los medios, captura de las instituciones.
La Argentina no puede seguir atrapada en esta lógica de reciclaje permanente del poder peronista. Ni Macri fue el cambio real, ni Milei lo es hoy. Ambos son consecuencias de una oposición que no supo construir una alternativa firme, coherente y sin dobleces.
No se puede combatir al kirchnerismo con peronismo edulcorado ni con libertarios diseñados desde los sótanos del poder. Necesitamos dirigentes con convicciones, que no se arrodillen ante las encuestas ni jueguen a dos puntas.
Menem privatizó las empresas del Estado; los Kirchner privatizaron el Estado para sí mismos; y Milei lo está desmantelando para transferírselo a intereses privados bajo el lema de “libertad”.
La resistencia no es ideológica, es institucional. No hay futuro con pactos de impunidad, atajos ni transformismos. Argentina está enferma de peronismo en todas sus versiones, y no se cura con parches.