El acceso a la vivienda en propiedad en España ha dejado de ser una meta alcanzable incluso para quienes cuentan con empleo duradero y sueldos en la media. Así lo denuncia el diputado nacional de Vox Carlos H. Quero, al señalar que no se trata de un problema exclusivo de los colectivos más vulnerables, sino de una crisis estructural que afecta de lleno a la clase media trabajadora.
“Esto es la destrucción de la clase media, la ruptura del ascensor social ligado a la estabilidad residencial. El fin de la vida buena ligada al trabajo duro”, ha escrito en X.
Los datos lo confirman:
📉 El porcentaje de hogares en propiedad entre menores de 35 años se ha desplomado en las últimas dos décadas, pasando de casi el 70% en 2002 a solo el 31,8% en 2022.
📈 En cambio, el alquiler entre los jóvenes de 30 a 44 años ha subido del 15,5% en 2004 al 33,1% en 2024, más del doble en veinte años.
El gráfico refleja también cómo esta tendencia afecta progresivamente a las franjas de edad intermedia, especialmente a los hogares de entre 45 y 64 años, tradicionalmente considerados un segmento estable del mercado inmobiliario. En 2002, más del 83% de las personas de este grupo eran propietarias de su vivienda. Sin embargo, en 2022, esa cifra ha descendido hasta el 71,7%, lo que supone una caída de más de 11 puntos en dos décadas.
Al mismo tiempo, el alquiler en esta franja etaria ha crecido de forma constante. En 2004, solo el 6,5% de las personas de entre 45 y 64 años vivían de alquiler. Pero en 2024, esa cifra se ha más que duplicado, alcanzando el 14,9%, una cifra histórica para este grupo de edad, que hasta hace poco era sinónimo de estabilidad residencial.
Esta evolución evidencia que la inseguridad habitacional no es ya un fenómeno limitado a los jóvenes, sino que está alcanzando a generaciones enteras que han trabajado décadas y no logran consolidar una vivienda propia, lo que agrava aún más la sensación de estancamiento económico y social.
Quero alerta de que esta situación está rompiendo el pacto implícito de movilidad social que ligaba esfuerzo, trabajo y progreso:
“Millones de personas con curro duradero y sueldos en la media condenados a ser mochileros en su propio país.”
El fenómeno apunta a una crisis estructural del modelo de vida basado en la propiedad de la vivienda, que ya no garantiza estabilidad, ni ascenso social, ni arraigo. Una realidad que está redibujando el futuro de las nuevas generaciones y precarizando también la madurez de quienes hace solo una década aspiraban a prosperar.
