Bullrich se emancipa de Milei y prepara su propio destino político.
Con la oficialización de su candidatura a senadora nacional por la Ciudad de Buenos Aires, Patricia Bullrich da un paso estratégico que consolida su poder político y marca un punto de inflexión en su relación con Javier Milei.
El cargo en la Cámara Alta le asegura seis años de mandato, blindándola hasta 2031 y dándole autonomía para diseñar su futuro sin depender de la suerte del actual presidente. Con este movimiento, Bullrich no solo se garantiza continuidad política, sino que también comienza a trazar una hoja de ruta clara hacia 2027.
Tal como adelantó Actualidad Política en la nota “Patricia Bullrich: de ministra a senadora… y con la mira en la presidencia” (ver nota), la senaduría es el seguro político que le permite jugar en varios escenarios a la vez:
- Si Milei se cae de cara a 2027, Bullrich buscará ser la candidata presidencial del espacio, capitalizando el desgaste del actual mandatario.
- Si Milei se mantiene fuerte y va por la reelección, su plan principal es ser candidata a Jefa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cargo clave para consolidar su liderazgo.
- Si no le conceden esa candidatura porteña, Bullrich no dudará en tensar la cuerda: lanzarse como candidata presidencial para imponerse dentro del espacio “por las buenas o por las malas” y negociar desde la fuerza su postulación en la Ciudad.
Con esta estrategia, Bullrich deja en claro que no se resigna a un rol secundario. La senaduría le otorga la tranquilidad de estar cubierta institucionalmente, mientras se prepara para cualquier escenario: ser jefa de Gobierno o usar la amenaza presidencial como carta de presión interna.
El movimiento confirma que Patricia Bullrich planifica cada paso con un objetivo mayor: mantenerse como figura central del oficialismo y liderar el futuro político argentino, sea en la Nación o en la Ciudad de Buenos Aires.
Álvaro de Lamadrid: «El peronismo muta, pero nunca se va».
El peronismo ha demostrado una asombrosa capacidad de mutación. Como los Transformers, cambia de forma, de cara, de discurso y de sigla, pero siempre permanece en el centro del poder. Cada vez que la ciudadanía busca un cambio, el Partido Justicialista (PJ) se reinventa para ofrecer una “falsa opción” o una “tercera vía” que termine conteniendo o dividiendo al voto opositor.
El esquema se repitió con precisión milimétrica. En los ’90, el FREPASO captó a los desencantados del menemismo y terminó facilitando su reelección. Más tarde, el mismo FREPASO se unió a la UCR para formar la Alianza, debilitando al radicalismo y facilitando el retorno del PJ bajo otro disfraz: el kirchnerismo.
La historia se repitió con Macri, que fue presentado como el cambio, pero cuyo entorno y estilo de gobierno reprodujeron viejas lógicas peronistas. Y ahora con Milei, que, con discurso rupturista y lenguaje extremo, llegó al poder gracias al rechazo a Massa, pero con vínculos, financistas y operadores provenientes del propio peronismo. Otra mutación, otro disfraz.
La constante es clara: cuando el republicanismo se organiza, el PJ inventa una nueva versión de sí mismo. Las etiquetas cambian, pero el poder sigue concentrado en los mismos resortes: manipulación del Estado, colonización de la Justicia, ataque a los medios, captura de las instituciones.
La Argentina no puede seguir atrapada en esta lógica de reciclaje permanente del poder peronista. Ni Macri fue el cambio real, ni Milei lo es hoy. Ambos son consecuencias de una oposición que no supo construir una alternativa firme, coherente y sin dobleces.
No se puede combatir al kirchnerismo con peronismo edulcorado ni con libertarios diseñados desde los sótanos del poder. Necesitamos dirigentes con convicciones, que no se arrodillen ante las encuestas ni jueguen a dos puntas.
Menem privatizó las empresas del Estado; los Kirchner privatizaron el Estado para sí mismos; y Milei lo está desmantelando para transferírselo a intereses privados bajo el lema de “libertad”.
La resistencia no es ideológica, es institucional. No hay futuro con pactos de impunidad, atajos ni transformismos. Argentina está enferma de peronismo en todas sus versiones, y no se cura con parches.
Álvaro de Lamadrid: «Peronismo en Maletas: Amira, Bereziuk y Arrieta, el guion que nunca cambia».
No importa si estás leyendo esto en los años 90 o en el 2025. La escena se repite con una precisión escalofriante. El peronismo, en todas sus mutaciones —menemismo, kirchnerismo o mileismo— mantiene una constante que ya es parte de su ADN político: las valijas, y que no pasen por migraciones.
Desde las valijas diplomáticas del menemismo, pasando por el escándalo Antonini Wilson de 2007 –con la participación estelar de Victoria Bereziuk – hasta las valijas de Arrieta, el método no cambia: roban, ocultan y se fugan. Eso sí, siempre por fuera de los controles y al margen de la ley.
La valija es el símbolo perfecto de la impunidad peronista. Una metáfora literal del saqueo sistemático del Estado. No se trata solo de corrupción: es una cultura de poder basada en la impunidad, el blindaje político y el desprecio por las instituciones.
Hoy, bajo el disfraz del «mileismo», el modelo continúa. Cambian los discursos, los slogans y los jefes de campaña, pero la lógica del poder es la misma: apropiarse del Estado como botín, protegerse entre ellos y escapar cada vez que asoma la Justicia.
Álvaro de Lamadrid: «Menem, Kirchner y la impunidad: una deuda histórica con las víctimas del terrorismo»
En el análisis sobre la responsabilidad política en los atentados terroristas contra la Embajada de Israel y la AMIA, ocurridos durante el gobierno de Carlos Menem, es imprescindible considerar el contexto completo y las actitudes posteriores de los gobiernos.
Durante la presidencia de Menem se produjeron ambos ataques, hechos que marcaron la historia de Argentina. Además, su hijo Carlos Menem Jr. fue asesinado en circunstancias que inicialmente el propio expresidente negó como atentado, para luego reconocer años después de dejar la presidencia que se trató de un asesinato, dejando en evidencia incumplimientos y ocultamientos.
Por otro lado, ni Cristina ni Néstor Kirchner nunca tuvieron la intención de llegar a la verdad sobre lo ocurrido en la Embajada de Israel y la AMIA. El memorándum firmado durante el gobierno de Cristina Kirchner, que otorgó impunidad a los responsables, es una clara muestra de ello.
Tampoco puede omitirse la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero, ocurrida durante el menemismo, que tuvo como objetivo encubrir la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia. Este hecho no solo destruyó pruebas clave, sino que también provocó muertes y graves daños en la población civil. Menem estaba en el poder y fue parte central de esa maniobra de encubrimiento.
Por eso, cuando Javier Milei señala a Cristina Kirchner como responsable, debe tener cuidado de no omitir que Carlos Menem, a quien tanto admira, fue parte fundamental del encubrimiento y la impunidad que permitió que estos hechos quedaran sin justicia.
No se trata de dividir responsabilidades para sacar ventaja política, sino de exigir verdad y justicia de manera integral y sin dobles discursos. Argentina merece respeto por su memoria, justicia para sus víctimas y un compromiso real con la verdad histórica.
Álvaro de Lamadrid: «Cristina candidata: la política no se animó, la Corte no se decidió, y ahora todos necesitan que tenga fueros».
Por Álvaro de Lamadrid
Estamos viviendo en Argentina lo que yo llamo el loop de los bandidos sin castigo, y es hora de que alguien lo diga con todas las letras. Lo que está ocurriendo con Cristina Fernández de Kirchner no es una anomalía: es el costo de la impunidad y la claudicación de las instituciones.
Fui uno de los primeros en denunciar al kirchnerismo, cuando nadie se animaba. Cuando ser opositor en Santa Cruz era jugarse la vida. Nos quemaban la casa, nos perseguían, nos silenciaban. Pero nunca bajamos los brazos, porque sabíamos que teníamos razón.
Hoy muchos de los que se dicen paladines de la libertad y la transparencia fueron cómplices, gestores y encubridores de ese sistema corrupto. Y el actual gobierno no está haciendo nada para desarmar ese entramado: lo está profundizando.
📌 Los hechos no mienten:
- Cristina Kirchner fue condenada y tiene inhabilitación para ejercer cargos públicos. Sin embargo, se le allana el camino para ser candidata.
- La Corte Suprema dilata fallos claves. Va a condenarla, sí, pero cuando le convenga a ella.
- El gobierno de Javier Milei ha prolongado el plan de impunidad de Zannini y el kirchnerismo. No lo detuvo: lo convalidó.
Desde hace años, advertimos lo que pasaría. En 2009 presentamos junto a Gustavo Menna el proyecto de Ficha Limpia. ¿Qué pasó? Nada. Todos los partidos lo cajonearon. Lo dijimos en el Congreso, en la Justicia, en libros. Nadie quiso escucharnos.
Y cuando asumió Milei, a solo 19 días, fuimos a la Justicia a denunciar el plan de impunidad diseñado por el kirchnerismo durante el gobierno de Alberto Fernández. Pero nada pasó. No se jerarquizó la Oficina Anticorrupción, no se actuó contra la herencia de la corrupción. Se prefirió mirar para otro lado.
💬 ¿Qué está haciendo Milei?
Milei habla de libertad, pero su gobierno representa la revolución cultural de los chantas. Usa el marketing libertario para encubrir su rol como garante de impunidad.
- Cristina no solo no fue frenada, fue cuidada «entre algodones».
- Se juega una pelea de cartón entre Milei y el kirchnerismo, pero en el fondo están aliados por conveniencia.
- ¿El resultado? El país sigue atrapado en la trampa de siempre: corrupción sin castigo, con el aval de todos los poderes del Estado.
⚖️ No hay República sin justicia
Podemos votar, sí. Pero eso no es suficiente. No hay república donde no se pueda investigar la corrupción del pasado, ni del presente. La corrupción no es pasado: es presente y es futuro si no se actúa ahora.
Argentina necesita despertar. No podemos elegir a los saqueadores para combatir a los saqueadores. No podemos reemplazar la corrupción K con la impunidad M.
📣 Mi conclusión es clara:
“No hay nada más kirchnerista que lo que vas a encontrar hoy en el gobierno de Milei. El Gobierno no está combatiendo la impunidad: la está garantizando.”
La casta no cayó. Eligió con quién perder, con quién pactar, y con quién seguir robando. Por eso seguimos luchando, otra vez, como hace 25 años: contra la corriente, contra la moda, contra el miedo. Porque si hay algo que no debe pasar en la Argentina nunca más… es la impunidad de los saqueadores.
Álvaro de Lamadrid: «Los Milei recortan donde duele: jubilaciones, salud infantil. No se puede ser más canalla».
Álvaro de Lamadrid, Parlamentario del Mercosur, denuncia: “La revolución cultural de los chantas es una farsa que oculta una verdad evidente: ahora los que cobran del Estado son los amigos y súbditos de los Milei y compañía.”
En nombre de una supuesta “revolución liberal”, el gobierno de los Milei ha montado una farsa política que combina cinismo, nepotismo y caja pública. La autoproclamada lucha contra la casta es, en realidad, una sustitución de apellidos: ahora los que cobran del Estado son los amigos y súbditos de los Milei y compañía.
Solo hay que mirar lo que pasa en el Hospital Garrahan, donde trabajan 473 empleados administrativos para atender a miles de chicos. ¿Qué hizo Karina Milei, la hermana del presidente, cuando asumió como Secretaria General de la Presidencia? Nombró 269 nuevos empleados. Todos ellos cobrando sueldos de privilegio y sin necesidad de atender ni un solo paciente. Mientras tanto, el hospital sobrevive con salarios entre tres y cinco veces más bajos.
La estructura que maneja Karina Milei tiene asignados 82 mil millones de pesos del presupuesto nacional. No hay eficiencia, ni transparencia: hay acomodo.
Lo mismo pasa en la Secretaría de Comunicación que lidera Manuel Adorni, convertido en vocero y empresario estatal de memes y trolls. Allí se nombraron 250 nuevos empleados, entre amigos, familiares y militantes de la libertad de cartón. Adorni maneja otros 30 mil millones de pesos, y ha transformado el aparato de comunicación pública en una PyME libertaria al servicio del relato presidencial.
Y esto es solo la punta del iceberg. El verdadero pozo negro del Estado está en las cajas: SIDE, AFIP, PAMI, YPF… donde conviven libertarios, massistas, camporistas y kirchneristas, todos unidos por el botín y la impunidad.
Los Milei le mienten hasta a sus médicos. Hablan de motosierra, pero operan con bisturí para abrirle espacio a los suyos. Hablan contra la casta, pero la reproducen. Hablan de libertad, pero concentran poder y plata como nunca antes.
Esto no es una revolución, es una estafa ideológica. Una operación de marketing construida sobre el ajuste al ciudadano común, mientras los privilegiados de siempre —ahora con nombres nuevos— se reparten el Estado.
Milei y la política del gesto: la sombra de Cristina vuelve a la Casa Rosada.
El acto del 25 de Mayo en la Catedral Metropolitana dejó una postal que recorrió el país en segundos: el presidente Javier Milei entrando al Tedeum sin saludar al jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, ni a su propia vicepresidenta, Victoria Villarruel. No fue un error, ni una omisión. Fue un mensaje. Y uno que no es nuevo en la política argentina.
Ya vimos antes esta escena: una presidenta que evitaba a los opositores, que nunca tendía la mano a quien pensaba distinto y que ni siquiera miraba a su propio vicepresidente. Hoy ese reflejo aparece otra vez, esta vez encarnado en quien prometió terminar con “la casta”, pero que parece adoptar algunas de sus peores prácticas.
Milei, que llegó al poder enarbolando la bandera de la libertad, hoy elige el camino de los gestos de desprecio. La frase que lanzó tras el acto, “Roma no paga traidores”, no solo revela una concepción personalista del poder, sino que también busca justificar lo injustificable: convertir un acto institucional en un pase de factura político.
Lo preocupante no es solo la falta de saludo. Lo preocupante es el desprecio simbólico a las instituciones, a la convivencia política, y a la responsabilidad que implica liderar un país fragmentado. Las democracias fuertes se construyen con diálogo, no con listas negras.
Lo ocurrido hoy no es simplemente una anécdota ni un exabrupto. Es una señal. Una señal de que el país puede estar cayendo, una vez más, en el juego del poder como revancha, donde el enemigo no se enfrenta con ideas, sino con gestos que buscan humillar y excluir.
La pregunta que queda es simple pero fundamental: ¿puede una república sostenerse si sus líderes confunden firmeza con desprecio, y autoridad con soberbia?
Álvaro de Lamadrid: «La impunidad no es un detalle, es el centro del poder».
Por Álvaro de Lamadrid
La casta no cayó: eligió con quién perder. Pactó, financió y acordó con un nuevo poder al que ayudó a encumbrar. Lo dijimos desde el primer día: Milei era una de las tantas máscaras del peronismo. Y cuando ganó, advertimos que el cambio verdadero había sido derrotado.
La Argentina no vive una revolución liberal, sino una continuidad del mismo sistema corrupto, autoritario y opaco que el kirchnerismo consolidó durante años. El poder no ha cambiado: se ha reciclado. Y ahora lo vemos más claro que nunca con un pacto que nosotros denunciamos a solo 19 días de asumir Milei: el pacto de impunidad.
¿En qué consiste? En no denunciar ni investigar la corrupción del pasado. En garantizar la intangibilidad de lo robado. En no tocar a Cristina, ni a Massa, ni a los suyos. En cerrar causas, transformar la causa de Vialidad en un simple “aporte de campaña”, y permitir que personajes como Lázaro Báez y Cristóbal López vuelvan triunfantes, con todo intacto.
Ficha limpia rechazada, jueces impresentables como Lijo nominados a la Corte, la UIF intervenida para que no investigue causas como la de Chocolate, y el festival de impunidad continúa.
Mientras Milei impone por decreto, pacta con los gobernadores feudales del PJ, y evita toda auditoría seria del saqueo anterior, el kirchnerismo se mantiene en silencio. ¿Por qué? Porque hay un silencio comprado. Porque mientras el ajuste lo haga otro y no se toque a Cristina, le van a dejar ser presidente.
El ministro de Justicia fue el primero en ser confirmado por Milei. No fue el de Economía, como uno supondría. No. Fue el abogado del «lawfare», el que dice que Nisman se suicidó. Ese fue el mensaje.
Y ahora vemos a Grabois recibiendo disculpas. Vemos cómo se retiran denuncias, cómo se desmantelan los organismos de control, cómo se intercambian cargos judiciales con Wado de Pedro, y cómo el CriptoGate se encubre con la complicidad del peronismo.
No hay oposición real en la Argentina. El kirchnerismo no es oposición: le ha dado los votos clave a Milei en cada instancia legislativa. Son parte del mismo acuerdo.
¿Y Cambiemos? Nunca fue una coalición. Macri nunca quiso compartir el poder. Se maltrató a los aliados. Se desdibujó la identidad republicana. Muchos radicales, lamentablemente, se han vaciado de contenido y van detrás de una mentira que se presenta como cambio, pero que es más de lo mismo.
Hoy se gobierna sin presupuesto, con fondos reservados y con un toma y daca vergonzoso en el Senado. El sistema se sostiene con tránsfugas, genuflexos, aplaudidores del poder de turno. No hay ideología, no hay coherencia, sólo negocio.
Los Kirchner no fueron progresistas. Milei no es liberal. Ambos son lo mismo: poder por el poder, dinero por el dinero. No se los puede analizar por lo que dicen, sino por lo que hacen. Ambos atacan periodistas, ambos persiguen voces críticas, ambos construyen un relato para encubrir un saqueo.
Frente a esto, nuestra obligación es seguir diciendo la verdad. Porque el dirigente político tiene como primer deber inquietar al poder. Y se lo inquieta con la verdad. Yo no tengo compromisos con ninguna línea interna ni con ninguna estructura. Soy radical por las ideas, no por conveniencias.
La Argentina necesita una opción Republicana, ética, coherente y libre de sospechas. Un proyecto serio que defienda a los jubilados, a las Pymes, a la clase media, y que no negocie con mafias ni silencios.
Porque la corrupción no es agua pasada. Y la impunidad es la peor forma de continuidad del saqueo.